Si bien los libros nos permiten repensar cosas que damos por obvias, Momo lleva esta capacidad al extremo. Desde el principio nos enfrenta a una protagonista sin otra habilidad más que la de ser buena para escuchar y si bien creo que todos oímos hablar de la importancia de saber escuchar, Ende logra plantearlo de una forma especial.

Pero ¿qué tiene de especial? Quizás sea simplemente que es también muy práctico, ya que el libro nos deja, una y otra vez, en el papel de Momo, escuchando, sin más habilidades que nos distraigan, sin intentar resolver la historia, si no más bien escuchando la historia resolverse y disfrutando de ello. Una y otra vez, nos enfrenta a una situación en la cual, la clave está en darse el tiempo para escuchar.

Y es que esa cuestión del tiempo y de las expresiones que usamos para referirnos e él, son las cuestiones centrales que este libro nos obliga a pensar: gastamos, ahorramos e invertimos el tiempo, pero no esta claro que diferencia esas ideas, pasamos tiempo con otro, le damos tiempo a alguien, pasamos un tiempo especial con alguien, pero siempre está la sensación de que algo no cierra ¿qué pedimos cuando pedimos tiempo? Me parece que en el fondo, no sabemos qué es.

Cada vez, se volvía más nervioso e intranquilo, porque ocurría una cosa curiosa: de todo el tiempo que ahorraba, no lo quedaba nunca nada. Desaparecía de modo misterioso y ya no estaba. Al principio de modo apenas sensible, pero después más y más, se iban acortando sus días. Antes de que se diera cuenta, ya había pasado una semana, un mes, un año y otro.

Estas jugarretas lingüísticas que usa para explicar esta sensación de que el tiempo se nos va de las manos, que al menos a mi me viene resultando como una astilla clavada, nos permite volver a pensar con qué verbos hablar del tiempo, como referirnos a la forma en que nos relacionamos con él, el tiempo de trabajo, el tiempo con los chicos, el tiempo de una serie.

Quizás me gustó mucho simplemente por el tiempo en el que me llegó a mí, casi entrando en la crisis de los 40, pensando en el tiempo que pasó y el tiempo que me queda, quizás me pegó fuerte por los chicos y sus tiempos, la necesidad de darles más tiempo y escucharlos de otro modo. En este momento, me alcanza con decir que el libro me gustó mucho.