Hablemos de lo que es
Quiero que cuando hablemos de la educación pública, hablemos de los sueldos de hambre, del trabajo gratuito en la casa, las reuniones plenarias, los cursos inútiles bajados desde los amigos del ministerio, de las aulas repletas, de la falsa integración sin recursos, del rol de supervisor frenando a las escuelas, del ministerio bajando lineamientos contradictorios y también podemos hablar de esos pocos docentes excepcionales logrando cambiar la vida de un alumno a pesar de todo lo anterior.
Podemos también hablar del estado, pero sin omitir la burocracia inútil, las leyes infinitas e ilegibles, la justicia cumpliendo un rol siempre opaco, todo un sistema funcionando en las sombras, escondido detrás de montañas de papeles y tedio, de la corrupción, del robo sistemático mediante impuestos, las motos robadas por supuestos inspectores, la policía cómplice, la información y la privacidad perdida, la infantilización de la población que decide libremente cada vez menos, el gobierno funcionando cada vez más por decretos de necesidad y urgencia y votaciones de urgencia en congresos fantasmas y si, también debemos hablar de aquellas personas que a pesar de esa oscura estructura opresiva puede, desde adentro, hacer algún acto de amor.
Por qué no hablar de Argentina, de esa orgullosa nación con un federalismo abstracto, ahogada por su capital, victoriosa en masacres vergonzosas como la campaña del desierto, a la que debe casi un tercio de su territorio, la guerra del paraguay a la que debe otras dos provincias, con su declaración de independencia escrita en cuatro lenguas, unos años antes de masacrar a aquellos que hablaban las otras tres, un orgulloso país que tiene el extraño mérito de ser la sede del único pogromo fuera de Europa y quizás también nombrar que en ese mismo territorio, algunas personas lograron hacer igual, algunas cosas lindas.