Como todos los partos, empezó con un embarazo muy avanzado, empezó con un amague a eso de las 37 semanas, en la anterior luna llena, la panza bajó, el chico se había encajado decía el obstetra, quizás tendríamos novedades durante esta semana, pero no, la luna fue menguando y también fue subiendo la panza, las contracciones pararon y la frase del medico en la semana 40 fue algo de quizás en una semana o un poquito más, hay que tener paciencia.

Ya en la semana 41 y chirola hubo novedades, un día como cualquier otro, me dice Mariel que tiene contracciones desde las 10 (y ya eran como las 11:30), seguimos camino a casa, como si tal cosa, tranqui, en el auto prestado a preparar las cosas y hacer el “trabajo de parto” en casa, tranquilos.

Llegamos a casa y Mariel tenía contracciones más interesantes y empezaba de a poco a meterse en su mundo, me daba menos bola:

  • ¿dónde está la cosa naranja?

  • ¿Qué cosa? - responde al rato.

  • donde metiste el gatorade…

  • ahh, la lanchera - responde al rato y me indica dónde está con bastante precisión, pero la verdad no me acuerdo dónde estaba.

Yo ahí estoy bastante despierto, tranquilo, pero despierto como si hubiera dormido 15 horas y me hubiera levantado rozagante, llevé a la mesa todo lo necesario, calculé cuantas horas quedaban, que habíamos comido, que nos podía faltar.

Mientras le alcanzaba cosas a Mariel para terminar el salon de yoga que estaba armando en la pieza, cada tanto me acercaba a dar una mano, pero no era tan bienvenido así que me alejaba un poco.

Una vez que estaba todo me fuí a bañar (ya era la 1:20 más o menos), me entré a bañar sin mojarme el pelo (porque había que salir al frío en un rato) y cuando me estaba enjuagando escuché un grito.

  • rompí bolsa!

  • de que color? - a esta altura yo ya sabía muchos detalles, entre ellos que el tema del color no es menor.

  • transparente, blancuzco, vení!

  • ahí, voy, me seco y voy para allá.

Yo todavía estaba tranquilo, despierto pero tranquilo, según tenía entendido, faltaba un rato todavía, pero Mariel ya no estaba tan tranquila.

Cuando llegué a la pieza, la cosa era mucho más incomoda de lo que hubiera pensado, había algo que se nos había pasado por alto, ropa, la ropa se había mojado y yo no sabía bien dónde buscar. Ahí tuve la sensación de que algo se nos había escapado.

Igualmente conseguimos ropa y empezó la discusión sobre si salir ya o si esperar un rato, hablar con el médico ahora mismo o no. Algo pasaba y Mariel quería salir ya, yo en cambio me quedé con el plan anterior, así que la peleé un poco retrasándola con boludeces, como vestirme, secarme bien, etc.

Tipo 1:45 llamamos al médico al celular, me atiende y me pregunta con qué partera veníamos hablando, yo no me acordaba el nombre de ninguna de las dos, pero Mariel si, el me dice que le hable a ella y que vaya al sanatorio.

Ahí nomás le hablo a la partera, pero no me atiende, al toque me llega un mensaje de texto: “hablame ahora”. Vuelvo a hablar y me comenta que hoy “no está de turno”, que hable con la otra partera.

Esto no era tan menor, yo no me acordaba del nombre de la partera, pero veníamos hablando con ella sobre como queríamos el parto, sobre que nos interesaba que hubiera y que no, de pronto había que volver a hablar todo.

Igualmente, me pasa el número y llamo enseguida, me atiende y coordinamos en media hora en el sanatorio. Me guarde el postit en el bolsillo con todos los números telefónicos, saqué los bolsos, la sillita del bebé y el auto del garage y después salió Mariel, envuelta en una frazada azul y blanca y con orejeras negras que pedimos prestadas para la ocasión.

La Kraka nos acompañó hasta la puerta de adelante, pero no amagó a salir, hizo algo que no hace nunca, se quedó parada mirando a mitad de camino, no se sentó y no se acercó más. A mi me puso muy orgulloso, se portó muy bien.

El viaje en auto fue increíble, como ya dije antes estaba muy despierto, el tiempo pasaba en cámara lenta y yo podía ver detalles que en general no veía, veía muy lejos y con mucho detalle, veía adentro de los autos vecinos, los peatones, los perros de la calle, todo con sumo detalle.

Mariel no me daba nada de bola, cada tanto sacaba una mano del volante y agarraba su mano, para acompañarla, ella me gruñía que manejara con las dos manos.

Lo otro muy loco eran los olores, mi olfato estaba a mil y los olores eran todos especiales, todos diferentes, en la pieza el olor del líquido amniótico, en la calle el pasto, la zanja, las plantas, en el auto la cera, la calefacción, el humo, la nafta.

El viaje duró en mi mente dos o tres horas, pero creo que fueron 25 minutos, igualmente no me aburrí nada. Lo que si, me equivoqué de entrada y terminé estacionando a una cuadra de la guardia del sanatorio, que caminamos con Mariel despacio, haciendo paradas cada 25 metros por una contracción. En cada contracción, ella se arrodillaba un poco y después nos parábamos y seguíamos.

En el lugar en que paramos había un grupo de gente haciendo una previa, tomando y hablando al pedo, me sorprendió que nos ignoraron, pasamos desapercibido, siendo que hacíamos un cuadro muy llamativo.

Cuando llegamos al sanatorio, había en la recepción hablando una mujer vestida de enfermera de un lado de la barra y un tipo vestido de oficinista del otro, Mariel se sienta en la guardia sola y yo me acerco y les comento, que habíamos quedado en encontrarnos con la partera ahí, que habíamos roto bolsa haría una hora y todo eso, la enfermera viene conmigo y me dice que vamos a pasar a una sala para hacer “el ingreso” o algo así.

A mi en realidad no me importaba ya mucho “lo que decía” la enfermera, sino “cómo lo decía”, porque la mujer gritaba, hablaba fuerte, rápido y con vos aguda, Mariel me venía pidiendo silencio desde hacía horas y esta mujer gritaba, yo quería matarla, pero solamente le pedí que hablara más bajito.

A ella tampoco le importaba lo que yo decía, o no lo entendió, o no le salió, porque no bajó el volumen, además nos llevó a una sala más iluminada dónde le pidió a Mariel que se sacara la Mantita. Yo por mi parte apagué una luz y apunté otra a la pared mientras le explicaba otra vez que Mariel quería que de ser posible no le hable, que le deje la mantita, que no grite y que por favor baje la luz.

Ahí intento hablar con Mariel sobre otro error que había cometido, me había dejado un bolso importante en el auto, en dónde estaban los papeles, entre ellos el “plan de parto” con el que pensaba divertir a la enfermera por un par de horas. Ella me dice que “ni se me ocurra”, que no la deje sola y que me quede ahí.

La enfermera mientras, me dice que por qué no voy a adelantar la papeleta adelante yo le digo que no (tenía los papeles en el auto) y ella se va a la habitación contigua mirándonos con cara de “estos hippies”. (donde había una tele prendida, Mariel dice que con una novela).

Ahí Mariel decide que nos volvemos a la sala de espera, que está mas oscurito, así que nos levantamos y volvemos a la sala de espera. Yo aprobecho entonces para volver a hablar con el médico, le cuento la situación, que llegamos al sanatorio, que la partera no llegó, que la enfermera es invancable, que nadie acá leyó nuestro “plan de parto”, que por favor venga un poco antes al menos a comentarles como venimos. Ahí me dice que está de guardia en el hospital, que el va a venir más al final, que esperemos a la partera que ya debe estar por llegar.

  • ¿Y podemos ir al hospital?

  • Si, pueden, pero es más incómodo.

  • Ah, ok.

Al parecer, según me enteré más tarde ahí vino y me habló otra médica, pero no me acuerdo que le dije. Yo me volví y hablé con Mariel y le comenté lo que había hablado.

  • Vamos al hospital - dijo Mariel mientras se paraba.

Así que nos empezamos a ir para la puerta, una vez en la puerta viene la enfermera o la médica o alguien y nos pregunta qué onda, qué pasa. Nosotros no damos muchas explicaciones, “nos vamos al hospital, lo preferimos así, nos vemos”.

Caminamos otra vez la cuadra hasta el auto, de camino cruzamos a una tipa rubia vestida como médica y yo pienso, esta es la partera, saco el celular mientras nos cruzamos para mandarle un mensaje de texto, Mariel me caga a pedo y me dice que lo guarde. Al llegar al auto esta vez los tipos enfiestados si nos registran (excepto un par que estaban re-mamados), nos subimos al auto y salimos, otro viaje eterno en auto hasta el hospital.

De camino llama la partera, preguntando qué pasó, atiende Mariel y le dice que nos fuimos, no da mayores explicaciones. Después de cortar me comenta que pregunta: “¿yo me crucé con ustedes cuando se iban?”.

Al llegar al hospital dejo el auto medio cruzado por ahí y antes de abrirle a Mariel agarro todos los bolsos (no cometo el mismo error que la otra vez :) ). y salimos para la maternidad, con las mismas paradas cada 25 metros.

Continúa en parte 2