Uno de los problemas que siempre me detiene al escribir el blog, es que distingo dos etapas. Por un lado, hay épocas en las que no pasa nada y se hace muy difícil encontrar algo realmente interesante para decir. Por otro lado, hay momentos en que las cosas interesantes nos inundan y simplemente no hay tiempo para escribirlas.

Lo más molesto es que cuando uno está hasta las manos piensa un montón de temas y dice, “de esto voy a hablar”, “lo voy a escribir como borrador al menos” y ahí se acumulan borradores e ideas, papelitos escritos en el colectivo, cosas que “en un rato salen con fritas”, pero no.

Después, en algún momento uno tiene el tiempo otra vez y lo revisas, sabés que la idea está ahí, pero no suena bien, le falta algo. No es que “simplemente se pasó el momento”, es algo más. Uno escribió eso porque había algo que hacía ruido, algo que necesitabas pensar y que ahora no te interesa tanto.

Es muy molesto, hay temas que se fueron, que se perdieron, leí “La Historia Interminable”, un libraso, tenía una entrada sobre el tema, pero ahora no me acuerdo que decía, al borrador le falta fuerza y no se de dónde sacar esa fuerza de una historia que se me escapa de la memoria.

Aunque cueste pensarlo, pasa lo mismo con muchas actividades: el ejercicio, la lectura, las charlas con amigos. Todas andan mejor cuando están las otras que no nos dejan tiempo y cuando hay tiempo para ellas les falta encanto, no hay de que hablar, los textos quedan en la nada, el ejercicio es aburrido, etc.

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