En un nuevo proyecto, para una nueva software factory vuelvo a tener el mismo drama. Llega el momento de negociar, no la plata, si no las condiciones laborales, en mi caso, el código.

“A mí me encanta programar” es una frase que digo muchas veces, pero no es del todo cierta, me gusta programar haciendo TDD, pensando los problemas, extrayendo soluciones, con un código minimalista, con código que se entienda, etc. No está bueno el copy paste, ni probar funcionalidad a mano, ni trabajar con montañas de código qué no sabemos qué hacen ahí.

Así que no es tan simple y hay un momento en que uno negocia con el jefe (o con el gerente de turno) sobre esas condiciones, pero ¿con qué se negocia? ¿cuáles son las cartas de cada uno en esa negociación? Resulta que él te puede dar el permiso y habilitar el tiempo para hacer las cosas de una manera un poco más linda, ésa es su carta. Por el otro lado, uno tiene una sola carta: su trabajo, yo puedo trabajar un poco más, gratis.

Como en toda negociación entre no-iguales, quien tiene la sartén por el mango se abusa del que está dentro y uno termina perdiendo, trabajando en condiciones horribles o trabajando de más o una combinación de esas cosas. Mientras el otro termina ganando, teniendo el mejor código o más horas de trabajo gratis.

En esa misma situación otra vez, uno se pregunta de dónde sacar más cartas, o cómo jugar mejor a un juego en el que en realidad uno empieza perdiendo. O bien, si simplemente puede irse a jugar a otro lado, pero ¿a dónde?