Estos tiempos de coronavirus (una pandémia como la fiebre española en 2019-20) la población vuelve a justificar cualquier acción en nombre de la salud pública y a mi me hace acordar a “V de Vendetta”. La película gira al rededor de una escena en la cual una chica quiere ser libre, V crea a su alrededor una carcel, la enfrenta a la tortura y finalmente la amenaza con la muerte. Finalmente ella elige la muerte y entonces se vuelve libre.

Esta opción entre la libertad y la muerte, es central en la película, es el punto de quiebre en el personaje de Evey, análogo al momento en que Neo se decide a entrar a la Matrix a salvar a Morpheo.

El dilema entre la vida y la libertad es central en otras obras, ahora viene a mi mente la canción Fusiles contra el patrón de Chicho, en la que plantea que “las cadenas son de hierro, de madera el ataúd”, poniendo la libertad por encima de la vida.

La libertad es todo o nada

Otras dos canciones vienen a mi mente en esta situación: por un lado Olor a Huelga, de La Otra que cuestiona que la vida y la lucha son dos cosas que se puedan separar y por otro lado “El civismo con estrés”, de Liberando el Corazón, que denuncia al ciudadano que se comporta como un policía.

También me recuerda a una discusión con mi viejo, sobre el aborto, en la que yo planteaba que la cuestión del aborto tiene una debilidad cuando cae en la defensa de que el feto no está vivo y que por lo tanto no es asesinato. Esa defensa es la desgracia de esa lucha decía yo, porque es un argumento, como mínimo discutible y creo yo que es simplemente falso.

Aceptando el echo de que el aborto es un asesinato, la cuestión del aborto, se replantea, la defensa de la legalidad no es por una consideración enteramente subjetiva entre el valor de la vida del feto, sino entre la libertad de una mujer sobre su cuerpo frente al valor de la vida.

Entonces de pronto todo pseudo-progre, que venía defendiendo los “derechos”, quedan ahora defendiendo la vida como derecho fundamental y pisoteando toda la lucha por la libertad, que ahora puede esperar un par de semanas. De pronto quedamos todos con miedo, mirando la televisión, encerrados, como si fuéramos víctimas y no victimarios, como si el miedo fuera un gran consejero.