"El olvido es para el que se va sin pagar y yo ya pagué."
Alejandro Dolina, "Lo que me costó el amor de Laura"

La cualidad sin nombre

Muchos de los libros de Chrystopher Alexander hablan sobre la “cualidad sin nombre”, que es un concepto que se le escapa, se le escapa tantas veces que llega a hacer la hipótesis de que en realidad no puede ser nombrada, que es imposible hablar de ella sin desenfocarla de alguna manera. Una referencia parecida hace Matrix, al referirse a esa espina que molesta en la cabeza, algo que está ahí, pero que no se puede expresar.

Algo así siento yo, desde hace unos años, algo que de pronto no cierra, o que más bien, cierra perfectamente, pero no puedo explicarlo ni expresarlo de manera que no parezca obvio y que sin embargo me sorprende mucho… me deja parado con asombro viendo al vecino de enfrente cortar el pasto, o al carnicero deshuesando un pollo, cosas que vi siempre, pero que hoy me resultan un milagro, una sorpresa y en cierta medida un reflejo, que antes no estaba y me enfrenta a una extrañeza sobre mi mismo.

Palabras

Entonces pasa que leo cosas que me sorprenden, me mueven el piso, pero no puedo explicar por qué, no logro explicar qué vi de interesante en esas palabras.

Y al intentar explicar éstas sensaciones las palabras no alcanzan y termino, como ahora, explicando éste nuevo mundo en el que estoy parado, que es igual que antes, pero ahora lo veo distinto y las palabras que aprendí hasta acá, no me alcanzan para contarlo.

Muerte y olvido

También me tuve que poner a mirar más a mi familia y a mis amigos y eso también me dejó titilando, porque de pronto empecé también a mirarlos a ellos con otros ojos. Tiene sentido, después de lidiar uno con los hijos hay cosas que cobran otro sentido.

Y de pronto queda claro algo que siempre supe pero nunca entendí… me voy a morir. Diría que al principio me asustó, pero más que nada me sorprendió ¿cómo no me di cuenta antes? Después sólo me llamó la atención como una más de tantas cosas raras, por cierto, muy rara.

Y ese elemento le da a la paternidad en particular y a la vida en general, una estética distinta, como que pinta todo de otro color que antes no veía y de pronto, uno empieza a ver qué hace con el rato que queda antes de que termine el turno, intenta jugar bien ese turno, dejando un lugar más lindo que lo que uno encontró cuando llegó para al menos sentir que pagó la entrada.